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Síndrome de Asperger

  • Priscila De Dios
  • 30 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

Considerado por algunos como un problema con características propias, el Síndrome de Asperger es calificado por otros como una faceta de alta capacidad dentro del espectro del autismo. Los individuos que padecen este síndrome tienen síntomas que pueden variar de débiles a graves pero todos presentan serias dificultades para la comunicación y los hábitos sociales. Con frecuencia estos niños hablan con un tono monótono o exagerado y casi siempre de temas que les interesan. Evitan el contacto visual y muchas veces tienen rutinas y preocupaciones obsesivas o repetitivas.


A causa de su alto grado de funcionalidad e ingenuidad, aquellos que padecen el Síndrome de Asperger se perciben como “raros” y con frecuencia son objeto de acoso. Sus causas todavía están siendo estudiadas, pero lo investigado hasta ahora indica que podría no ser el resultado de un único factor sino de una serie de factores neurobiológicos que se activan y que afectan al desarrollo del cerebro. Se cree que de cada 10,000 personas están afectadas entre 10 y 36, y es más común en hombres que en mujeres.


Características principales:

  • Dificultades para las relaciones sociales: encuentran difícil entender los signos o gestos que son obvios para la mayoría y les cuesta mucho interaccionar con los demás.

  • Dificultades para comunicarse: pueden hablar con gran fluidez pero no se fijan en la reacción de quienes le escuchan; pueden hablar y hablar sin tener en cuenta los intereses de sus interlocutores o puede parecer que son insensibles a lo que ellos piensan. A pesar de tener buenas destrezas de lenguaje, lo que dicen las personas con el Síndrome de Asperger es posible que nos suene extremadamente preciso y literal: los chistes pueden provocarles problemas a causa del lenguaje exagerado, doble sentido y de las metáforas utilizadas. Por ejemplo, una persona con este síndrome puede sentirse confundida o asustada con frases como “comerse la cabeza, partir el corazón…”.

  • Dificultades con la imaginación social, el juego imaginativo y el pensamiento flexible: aunque destacan por su aprendizaje en datos y cifras, estas personas tienen gran dificultad para pensar de forma abstracta. Esto les provocará problemas en su escolaridad, sobre todo en ciertas asignaturas como la literatura o la religión que manejan muchos conceptos abstractos.


El niño que nos ocupa también puede ser:

  • Socialmente torpe y patoso en sus relaciones con otros niños y/o adultos.

  • Ingenuo y crédulo.

  • Con frecuencia, insensible a los sentimientos de los demás.

  • Incapaz de mantener una conversación intercambiando ideas.

  • Le preocupan mucho los cambios de rutinas y transiciones.

  • Muy literal al hablar y comprender.

  • Extremadamente sensibles a los sonidos, luces y olores fuertes.

  • Tienen fijación con determinados temas u objetos.

  • Torpe de movimientos para el deporte y gimnasia.


También puede tener:

  • Una gran memoria para los detalles.

  • Problemas para dormir y comer.

  • Dificultades para comprender cosas que ha oído o leído.

  • Inadecuado lenguaje corporal o expresión facial.

  • Coletillas o frases inusuales al hablar (comentarios repetitivos y/o irrelevantes).

  • Forma de hablar rebuscada y formal.

  • Una voz generalmente alta, aguda o monótona.

  • Tendencia a balancearse, juguetear con las manos y pies o pasearse mientras se concentra.


¿Cómo podemos ayudarlos?

  • ¡Hablar con los padres!

  • Ser flexibles.

  • Prepararlo para cualquier cambio con mucha anticipación.

  • Tener expectativas elevadas.

  • Utilizar su habilidad para memorizar para elevar su autoestima.

  • Siempre llamarlos por su nombre porque muchas veces no se dan cuenta de que están incluidos en un “todos”.

  • Mantener la calma y no gritar nunca.

  • Modificar las expresiones de la cara y el lenguaje corporal y asegurarse de que el alumno tiene tiempo para responder.

  • Ser muy preciso al dar instrucciones, por ejemplo, debemos decir “vamos a salir ahora” y no, “¿salimos?”.

  • Usar materiales concretos.

  • Presentar visualmente las cosas que deseamos recuerden, por ejemplo, el horario escolar.

  • Proponerles tareas pequeñas y asequibles con ayudas visuales que le den pie a la respuesta.

  • Tener en cuenta su necesidad de espacio.

  • Mantener la clase bien ordenada y distribuida; usar etiquetas, y zonas específicas para tareas concretas.

  • Aplicar siempre las normas.

  • Establecer un sistema de “compañero tutor” si es posible.

  • Usar cuentos para enseñarle a comunicarse e interactuar socialmente.

  • Asegurarse de que todo el que esté en contacto con este tipo de alumno sabe cómo reaccionar, por ejemplo, cuidadores del comedor, conserjes, etc.

  • Hacer uso de las computadoras ya que estos medios no demandan reacciones emocionales como las personas.

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